Tenemos que hablar del balance general del FEP 2025
- Sudakas
- hace 6 días
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Después de cuatro días de cielos rotos, cancelaciones a último minuto, despedidas de leyendas, reflexiones sobre las aves y un ejército de fans entregados pasionalmente, este es nuestro balance de una de las ediciones más tropezadas en la historia del Festival Estéreo Picnic.

Durante cuatro días el Parque Simón Bolívar fue el hogar por segunda ocasión de uno de los festivales más importantes de la región. Más allá de un análisis minucioso de todo lo que aconteció, estas son algunas reflexiones de lo que nos deja un Estéreo Picnic cada vez más robusto, consolidado y sin nada que envidiarle a otros festivales en latinoamérica.
A pesar de tener figuras de la talla de Olivia Rodrigo, Tool, Justin Timberlake, Beck, Justice, Alanis Morissette o Modeselektor, la gran protagonista de esta edición fue la lluvia bogotana. Una lluvia espaciada, feroz y empapadora, de esas que vuelven barro todo lo que tocan y parecen eternas. Aún así el público capitalino tan precavido como se nos ha enseñado a ser, preferimos atender al llamado sin importar cuán inclemente se ponga la situación climática, que vernos perdiendo nuestros espacios de esparcimiento por culpa del agua. Y eso es quizás lo primero que hay que aplaudirle al público de esta edición y es que resistieron con firmeza bajo la lluvia y cuando no pudieron más, encontraron refugio en cuatro de los siete escenarios en los que estuvo sonando música de manera paralela durante estos días de festival.
La del 2025 pasará a la historia como la edición más tropezada del festival. Las cancelaciones de The Black Keys, Fontaines D.C. y Cardellino días antes del festival, y las de Incubus y JPEGMAfia el mismo día de sus presentaciones, entraron como dagas en el pecho para quienes querían verlos por primera vez y aquellos que repetirían la experiencia de verlos en vivo las veces que fuera necesario. Y eso también nos hace pensar en el reto que supone a futuro que la gente ponga en duda si asistir o no al festival a riesgo de que sus artistas favoritos cancelen a última hora y también para los organizadores y para esta industria, el pensar maneras de blindarse y no perder ni legitimidad ni plata con estas cancelaciones, porque de momento nadie ha hablado de re programaciones de estos shows, ni siquiera como estrategia de enganche para la edición del FEP 2026.
Pero no todo fue lluvia y cancelaciones. Hubo shows como el de Justice, Tool, Alanis Morissette, Olivia Rodrigo, Kavinski, Benson Boone, Beck, Charlotte de Witte, Nathy Peluso, Funk Tribu o Ela Minus, que valieron cada centavo de la boleta y fueron tema de conversación en plazoletas de comida, transmilenios y caminatas que se hacen eternas a la salida. Fue justo allí, en esas conversaciones, en las que juntamos los momentos que hicieron memorable esta edición, como la aparición sorpresiva de Benson Boone y Teddy Swims en la carpa Aora, o a Kapo en el Templo del Perreo.
También tenemos que hablar de algo imposible de ignorar y es el impacto ambiental que genera un evento como el FEP en un parque como el Simón Bolívar, que no solo es un pulmón de la ciudad sino un punto donde habita fauna local y migrante que tiene sus nidos en árboles que durante cuatro noches reciben luces artificiales y sonidos estridentes. Sobre esto hay que decir varias cosas:
Según conversaciones que tuvimos con instituciones como la secretaría de ambiente y el Instituto Distrital de Protección y Bienestar Animal, se realizaron veedurías ciudadanas antes y durante el evento. Se tomaron medidas como retirar sonidos artificiales de aves, reubicar luces para proteger nidos y usar pólvora insonora como estrategia de mitigación de daño ambiental.
Cuando un festival como este se realiza en Bogotá, aporta a la Ley de Escenarios Públicos, lo que significa más recursos para fortalecer la cultura en la ciudad, por lo que hacerlo en otro espacio a las afueras implicaría dejar de financiar varias apuestas culturales de la capital.
Si bien no es un tema sencillo, es increíble que las conversaciones sobre el festival hayan trascendido lo experiencial o lo musical y nos esté generando reflexiones sobre el ambiente, nuestro propio impacto y la manera en que estamos contribuyendo a empeorar o qué estamos haciendo para mitigarlo. En todo caso el cuestionarnos es la primera parte para abrir una conversación tan pendiente y tan necesaria como esta. Más que competir por quién tiene la razón, podemos pensar en equilibrar la balanza y hacer que exista una convivencia en armonía entre la cultura y el ecosistema.
Y hablando de reflexionar, ¿no les pasa que tanta marca y tanta activación, tanto letrero luminoso y tanto promoción, satura un poco? Es difícil hablarlo porque al final del día son las marcas y los patrocinadores quienes hacen en gran parte posible poder tener esto, pero de repente el letrero de lechona atravesándose todos los escenarios, la pregunta incisiva sobre si vapeas o no, los neones gigantes de las marcas, sumado a la estimulación sonora constante, las filas largas en la plazoleta y la gente yendo de un lado a otro en todas las direcciones, resulta abrumador.
En 15 años el FEP ha evolucionado, ha entrado a la ciudad, ha logrado alianzas para facilitar el transporte público a la salida, ha llevado la transmisión de algunos de los shows a la televisión pública y se ha consolidado como un referente en la región. Cada año vemos más espacios y este año se incluyó una zona de menores, lo que si bien obedece a una estrategia de vender más, también es un ejercicio de formación de audiencias y públicos que habiten la oferta cultural de la ciudad. Además de esto la hospitalidad tanto con los artistas, como con la prensa es algo que no podemos ignorar, la disposición de espacios dignos de trabajo es algo que hay que reconocer. Y con todo y estos avances, desde que se implementó el cashless ¡no se puede hacer vaca para rematar el consumo de las manillas! Si hay algo en lo que puede mejorar la experiencia es poder tener un momento de amistad en el que todos juntamos nuestros últimos pesos en alguna botella de algo para compartir. Se les agradecería.
Este año desde Sudakas le apostamos a un cubrimiento que apunta las miradas hacia los nacionales, desde los que tienen la responsabilidad y el reto de abrir las tarimas del festival como Mayra Sánchez, Gabriela Ponce, Las Mijas, YoNoLaTengo, Felipe Orjuela, Lunalé, Raquel, Bad Milk, Chell, Juliana Quédate otro día, Canales Nacionales o De Mar y Río, pasando por documentar las primeras veces, el impacto de un espacio como el Templo del Perreo en un festival que históricamente ha sido más alternativo, anglo y pop, que otra cosa. También hablamos con la única agrupación folclórica del festival y retratamos a las personas que usualmente se mezclan con el paisaje, pero cuyo papel es vital para poder tener cuatro días de fiesta de la manera en que los vivimos.
Y si hablamos de actos nacionales no podemos ignorar la que quizás fue la hora más sublime del festival, esa en la que tal vez por coincidencia se dio en el Escenario Presente, como una contemplación del presente, como un recuerdo del aquí y el ahora, con un temporizador en las pantallas que nos recordaban que aún teníamos 48 minutos de levedad en el show de Ela Minus, y luego 10, y luego 4 y luego un himno que nos pidió cantar con ella, porque lo había pensado como nuestro nuevo himno, ese que dice que
“Los pájaros nacidos en jaula,
no tenemos miedo a nada
Creyeron que no nos íbamos a acordar de volar…
Creyeron que no nos íbamos a atrever a saltar
Entre más se acerquen las paredes
más fuertes las ganas de tumbarlas,
de no parar hasta quemarlo todo”.

Todo en esa hora fue emotivo y después de cuatro días de lluvia, lodo y música, ese respiro fue vital para dejarnos llevar por el sonido hipnótico de los sintetizadores que fabrica y cuyos sonidos son literalmente salidos de su cabeza y hechos música, hechos bajos regordetes que se quedaban como una cosquilla en el pecho, o esos arpegiadores que invitaban a una danza libre, amorfa y contemporánea, como la que me tocó a mí, tan hipnótica y fluida como la misma seguidilla de canciones que nos lanzó Ela en su regreso a Bogotá, una ciudad con un público que la emociona al punto de no permitirle dar un par de “gracias”, porque seguramente hay un nudo en su garganta producto del amor que le tiene esta ciudad.

Lo de Ela en el Estéreo Picnic será recordado como uno de los momentos más livianos y perfectos de esta edición. Y nosotros ahí, viéndola a ella darnos la espalda mientras en la pantalla enfrente suyo nos mira, y nos ve mirando la pantalla y a ella girando sus perillas, haciéndolo ver fácil, solo nos dejamos llevar por las canciones de su disco Día. Nada más.
Seguramente queda mucho más por decir, y por supuesto que se nos quedan cosas por fuera, porque todos vivimos un festival diferente, hay quienes van por los headliners y las activaciones, otrxs que quieren estar en todos los escenarios incluyendo los alternos de electrónica, reggaetón y el cabaret. Siéntanse libres de dejar sus impresiones en los comentarios y criticar los precios de la comida, el estado de los baños o los pocos y lejos que quedaban; el hecho de que la Rueda de Chicago ahora sea paga, todo lo que quieran agregar.
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